¿Cómo lograr que el
niño o la niña comprendan, toleren y respeten las diferencias de los amigos, de
los compañeros y de su futura pareja, con toda la variedad de expresiones implícitas,
si no aprenden a ser tolerantes?
Saber cómo es, cómo
son los demás y reconocer las causas tanto de las igualdades como de las
diferencias, es el primer paso de un niño o una niña hacia la tolerancia, valor
que nace del reconocimiento y respeto por las diferencias, y tan esencial en un
mundo donde reina la diversidad.
Pero, ¿qué sentido
tiene reconocerse diferente, reconocer las diferencias de los demás y hablar de
tolerancia si no existe una tarea complementaria que le dé significado y
validez?
Solo la labor
conjunta de padres y maestros hará que sea posible sacarle provecho a la tarea
de reconocer al niño y la niña como ser singular y por lo tanto diferente, y
encauzar el reconocimiento de sus propias diferencias hacia el reconocimiento y
respeto por las diferencias de los demás.
La tarea que conduce
hacia la tolerancia, o sea, al respeto por las diferencias ajenas, está en el
permanente reconocimiento de la diferencia y el acto simultáneo del respeto por
ella. En el afianzamiento e interiorización de los valores del respeto y la
tolerancia, más que en otros valores, es fundamental el buen ejemplo de padres
y maestros. Por lo tanto, es esencial desterrar
las risas como acto de celebración por los errores ajenos y evitar los señalamientos, las
comparaciones, la discriminación, los llamados de atención en público con
nombre propio y la crítica destructiva, entre otros, dando de paso un golpe de
gracia al bullying o acoso estudiantil (matoneo). Por lo mismo, tal como quedó expuesto
en la justificación del grado 1, hay que emprender un plan de tareas
complementarias con juegos y otras estrategias que sean percibidas solo como un
acto más de acompañamiento para ayudar a quienes lo requieran, según
diagnóstico, a superar las dificultades no superadas pero superables.
Recuerde que respetar
las diferencias es enseñar tolerancia y que no existe otra manera de hacerlo.
La práctica constante del respeto por las diferencias es el antídoto contra el
bullying o acoso estudiantil.